Nos sabemos más seguros cuando nuestra vida sigue un patrón porque sentimos que así controlamos, anticipamos, o al menos entendemos, las cosas que nos pasan.
Pensamos, cuando tenemos una tierna edad en la que nos sobra energía y nos falta experiencia, que la vida está pintada de sentencias que se pueden catalogar dentro del blanco o del negro. Yo creo que la adolescencia es un poco eso: una serie de extremos que ya se irá encargando la vida de matizar.
Y luego está ella, la leona.
(Aviso a navegantes: entramos en nivel de objetividad CERO por mi parte).

A un mes justo de cumplir 13 años, ella es capaz de fulminarte con la mirada (ay, su mirada), y es perfectamente capaz de usar esa misma mirada para transmitirte toda la ternura del mundo igualmente. Así se las gasta.

Pero sobre todo, ella vive la vida con una intensidad contagiosa. Ella es blanco, negro… y todos los colores del arco iris.
Al final va a ser verdad que no lo estamos haciendo tan mal.
