Mira que me ha gustado siempre septiembre, con sus temperaturas más llevaderas, su reinicio de actividad y su luz más suave.
Pero yo creo que me estoy haciendo mayor (y sin creerlo, simplemente me estoy haciendo mayor como certeza).
Este septiembre me gana y yo, cansada de antemano, he perdido esas gafas de sol que me gustaban y esa brocha de maquillaje que compré hace pocos meses y no fue barata. Pierdo también tiempo cada mañana porque me cuesta la misma vida elegir ropa que ponerme, después de un verano en bañador (nunca bikini desde hace años, eso ya lo perdí), cara lavada y chanclas.
Pierdo dinero porque una compañía aérea me torea.
Pierdo autoestima y seguridad. Pierdo puntos cardinales y la capacidad de expresarme sin ser malinterpretada. No soy yo, es septiembre, que este año viene grande. Así, en general. Sentencio con generalidades porque espero que no me pase solo a mí.
Y sí, también pierdo la oportunidad día tras día de hacerle llegar a Pilar una nueva remesa de papeles de Klimt, aunque lleven en mi casa un par de semanas. Y ese marcapáginas de Afrodita que le hice hace ¿una semana? ¿dos?. No lo sé, pierdo también la noción del tiempo.

Pero hoy he escuchado (dos veces) una entrevista a García Montero, que perdió no hace tanto a su Almudena y publica esta próxima semana un nuevo poemario sobre el cuidado y el dolor. Y el amor.
Y escuchar eso, pienso, debo anotármelo como ganancia. No todo va a ser perder.
