Viajar ligeros de equipaje requiere de raíces y ramas. Se empieza desde dentro, sabiendo que vas a disfrutar de lo que venga, de cada minuto, de cada rato de conversación, de cada paisaje, de cada paso. Y para eso, hay que tener las raíces bien fuertes, una voluntad valiente y las ideas muy claras:

Pues sí, así es ella. Con su mirada limpia, su sonrisa serena y su escuchar de verdad (con oídos, ojos y cuerpo entero).

Pasemos a las ramas. Viajar ligero de equipaje es también llevar una maleta físicamente pequeña y que ahí quepa todo. Es hacer fotos en el ángulo perfecto y al mismo tiempo saber pararte a observar cada detalle olvidando las fotos.

Así es él. El que sube y baja cuestas porque se acuerda de una callejuela con escalones que quiere volver a ver. El que desaparece y siempre aparece después. El que no se pierde, porque en todos los sitios hace amigos. El que nunca dejará de tener historias que contar, el que habla despacio y averigua trucos de magia.

Pues ya estamos. Tenemos las raíces y las ramas, el equipo perfecto para viajar ligeros.
Al final es eso: raíces y ramas. Momentos interiorizados y expresados. La vida misma, que no deja de enseñarnos. Que no deja de enseñarme y que me pone aire fresco y personas interesantes a cada paso.